Reloj.

jueves, 5 de julio de 2012

“El alucinante mundo de Norman”: ¡Z-z-z-zombies!


Estupenda propuesta stop-motion que apunta más al niño que todos llevamos dentro que a un palco infantil propiamente dicho. Lánguida, melancólica, diferente, un homenaje al género fantástico realmente… fantástico.

Norman (voz de Kodi Smit-McPhee en la versión original) es un muchacho incomprendido, marginado en el colegio. Tiene un don muy, muy especial: puede ver a los muertos. Le va a ser muy útil dentro de poco… Chris Butler y Sam Fell dirigen “El alucinante mundo de Norman” (ver tráiler), sorprendente joyita que juega a unir tradición y modernidad del mismo modo que ya hiciera la inferior “Los mundos de Coraline” (2009), fusionando animación stop-motion y tecnología tridimensional. El 3D sigue siendo un recurso abusivo, pero en esta ocasión nos rendimos al candor que desprende la propuesta. Eso sí, depende mucho de los gustos de cada cual. Como siempre, pero un poquito más.
«Ser sensible es leer poesía y no destacar en el equipo deportivo, no esto». Y es que sin ser menú para los estómagos de los más pequeños de la casa ─su tono es melancólico, lánguido, incluso oscuro dentro de sus parámetros─, apela con tremenda efectividad al niño que los que ya no lo somos seguimos llevando dentro. Y si el espectador disfruta el cine de género, mejor que mejor. Porque “El alucinante mundo de Norman” es un sentido festejo de la serie B de siempre, la clásica y la moderna, al terror en sesión doble y al amor del incondicional por tantos y tantos iconos y producciones que nos han mantenido con un ojo abierto frente al televisor durante buena parte de nuestra infancia y adolescencia. Y que nos mantienen hoy en día, por supuesto.
Además, en su guion la película defiende firmemente un crítico “tal como éramos, somos” desde su ubicación espacio temporal en la actualidad, pero con el ojo causal puesto en los tremendos juicios de brujas del siglo XVIII. Desde aquí, el libreto apunta sus contundentes mensajes sobre lo absurdo del miedo al (en el fondo nunca tan) diferente y sobre la posibilidad de que el débil marque la diferencia, al tiempo que nos advierte de que el verdadero pavor no lo provocan las criaturas de la noche. Con una puesta en escena maravillosa, mimosa, meticulosa y desarmante, “El alucinante mundo de Norman” fascina por la taciturna verdad artesanal que desprende cada uno de sus fotogramas. No es para todos, pero quien la goce, lo hará cosa bárbara.

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