Reloj.

miércoles, 30 de mayo de 2012

Críticas de cine | Columna de opinión: “Blancanieves y la leyenda del cazador”: Sangre sobre la nieve.


Tras la visión más cómica y disparatada de Tarsem Singh, Rupert Sanders aplica un tenebrismo sorprendente al clásico de los hermanos Grimm. Un espléndido diseño de producción eleva la película hasta niveles notables.
Érase una vez una reina malvada (Charlize Theron) que contrató a un viudo embrutecido (Chris Hemsworth) para que se adentrara en el Bosque Oscuro, donde había ido a ocultarse su rebelde hijastra (Kristen Stewart)… Buenas noticias:“Blancanieves y la leyenda del cazador” (ver tráiler y escenas) poco o nada tiene que ver con el enfoque general de la recentísima ─y sorprendentemente divertida─ visión del clásico por parte de Tarsem Singh; y a buen seguro, poco o nada tendrán que ver ambas con la esperada versión de Pablo Berger, así que lo que se anticipaba altamente cansino ─un año, tres títulos en torno a la misma figura─ puede resultar notablemente satisfactorio. Suspiros de alivio. Eso sí, ya tienen la secuela en el horno; Hollywood no sabe contenerse.

«¡Necesito su corazón!». A lo que se enfrenta Rupert Sanders, celebradísimo realizador publicitario que salta al largo con esta propuesta ─en ese sentido, su esmerado debut recuerda a aquella “The cell” del antes mencionado Singh; de hecho, una vez vista, esta podría haber sido dirigida por aquél─, es a un reto más complicado de lo que parece: ofrecer una reestructuración de la fábula de los hermanos Grimm doscientos años después de su primera publicación sin resultar irrisorio, redundante ─pautas básicas aparte, obvio─ ni clónico. Y lo consigue, en parte por la valiente historia creada por Evan Daugherty, que conjuga candor infantil y tenebrismo maduro, pero mayormente por la puesta en escena de la película, una auténtica gozada sensorial.

Escenarios naturales fantásticos se prestan a ensalzar un espléndido diseño de producción, en un montante embriagador en sus claroscuros y que define un mundo en el que el amor sana y el odio pudre lo que alcanza ─como siempre, pero más─, un tentador microuniverso deliciosamente cálido y pérfido a un tiempo. Semejante cuidado salva los escasos atascos narrativos de la trama, que tiene en una homicida Charlize Theron y un doblemente increíble elenco de enanos ─por acumulación de talentos y por el trabajo del departamento de caracterización─ sus mejores valores humanos; Kristen Stewart, tan sosaina como es habitual, se constata como mero reclamo mecánico para las masas teen, mientras que un tarugo Chris Hemsworth se limita a lucir corpachón resultando tan simpático como el Thor que le ha dado fama. Dos Blancanieves, dos aciertos. Vamos bien.

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